Al igual que cualquier visión religiosa del hombre,
el cristianismo parte de la finitud y limitación humana. La vida es un don
de Dios, algo que no depende del hombre ni a él le corresponde manipularla
(de aquí su postura frente al aborto o la eutanasia, aunque estos temas son
contemporáneos)
Es específico de la antropología cristiana el gran
valor otorgado a la libertad humana.
El pecado original deja al hombre en un punto de partida en que debe
hacer uso de su libertad para salvarse. El hombre es “malo” por naturaleza,
pero el hecho de que el hombre tenga una relación con lo sobrenatural le otorga
la posibilidad de ser bueno, de regenerarse. Así, podemos decir que, para el
cristianismo, el hombre no es ni bueno ni malo por naturaleza, sino sobre todo,
libre.