En este caso no podemos hablar
de corriente de pensamiento ni escuela filosófica. El Materialismo es, más
bien, el supuesto ontológico fundamental de algunas filosofías que han tenido
lugar a lo largo de la historia. El materialismo consiste en señalar que la
realidad fundamental es la materia, y cualquier otra cosa, aparentemente
diferente (el alma, las ideas, los dioses) es reductible a ella o deducible de
ella. En este sentido, el materialismo es lo contrario del Idealismo.
El primer materialismo
mínimamente desarrollado de la historia de la filosofía es el de los atomistas
representado entre otros por Demócrito (460-370 a .C) y más tarde por Epicuro
(341-270 a .C.).
Estos afirmaban que la realidad consiste solamente en átomos que se mueven en
el vacío. Hay que destacar que este materialismo se predica siempre en nombre
de un ideal de felicidad ligado a una concepción de la sabiduría (y del
sabio-feliz). En el caso de los epicúreos, el materialismo que no excluye la
existencia del alma ni de los dioses –constituidos por átomos más sutiles-
viene a liberarnos de preocupaciones innecesarios acerca del destino, ya que
todo lo que ocurre ocurre por necesidad, por azar o por nosotros.
Durante la Edad Moderna , el
materialismo estuvo frecuentemente ligado al Mecanicismo, es decir, al
paradigma fundamental en el que se movía el desarrollo de la ciencia natural y
que afirmaba que toda causa del cambio es una causa mecánica.
En la época contemporánea,
seguramente el materialismo más importante es el marxismo, aunque es un
materialismo especial, ya que su “materia” son las relaciones sociales y
económicas. Justamente en esto consiste la ambigüedad del materialismo, en que
se pueden llegar a entender cosas muy diferentes por materia, y, en algunos
casos, nada que tenga que ver con la naturaleza.
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