Es el diagnóstico de Nietzsche
respecto al presente de la cultura occidental. Viene de nihil en latín, que significa “nada”, y se refiere al sentido
último de la vida desde el punto de vista de la racionalidad triunfante en
Europa.
La causa última del nihilismo
reside en poner los objetivos y fines de la vida en otro mundo que no es el de
la vida inmediata. Por ello, el primer responsable es Platón, que postula un
“mundo de las Ideas” más allá del mundo sensible, y sobre el cual tiene
prioridad ontológica.
El postulado de un “trasmundo”
será llevado al extremo por el cristianismo, con lo que todo el sentido de la
vida se deposita en el “otro mundo”, en la “otra vida tras la muerte”. Por ello
en el momento en que se puede afirmar, como Nietzsche hace, que “Dios ha
muerto”, ese nihilismo, esa ausencia de sentido de la vida inmediata se hace
más presente que nunca. Sólo ello puede actuar como revulsivo para convertir al
“último hombre” en “superhombre”. Por supuesto, el nihilismo va ligado a una
moral de esclavos o del rebaño, que asume aceptar todos los sufrimientos de la
vida presente por una “recompensa” en la otra.
En sentido más amplio, podría
designar a toda postura filosófica que asuma la ausencia de sentido de la vida.
Los existencialismos, de Kierkegaard a Sartre o Heidegger están impregnados de nihilismo.
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