La palabra patrística viene de "padre".
Así, la filosofía patrística es aquella "filosofía" (si se puede
llamar así) escrita por los Padres de la Iglesia. Con estos escritos se puede
decir que empieza la simbiosis que se mantendrá durante toda la Edad Media
entre cristianismo y filosofía.
Hasta el s. II d. C., la transmisión de la verdad
revelada es la que refleja el Nuevo Testamento. Es a partir de este momento
cuando la Iglesia comienza a organizarse y sistematizar políticamente y
doctrinalmente, cuando se constata el peligro de la dispersión total ante la
multitud de interpretaciones dispares que se están haciendo de los Evangelios,
y la proliferación de sectas.
Los escritos de esta primera época del cristianismo
se puede dividir entre apologéticos
(hacen apología del cristianismo) y los patrísticos.
En estos último hay más contenido doctrinal, más elaboración y un uso más
extendido de conceptos filosóficos como consecuencia de la formación filosófica
de los padres que escriben en griego. Ya S. Pablo muestra en el Nuevo Testamento
un cierto conocimiento de la corrientes filosóficas de su época a las que tiene
que hacer frente.
Los padres de la Iglesia se dividen usualmente entre
latinos y griegos según la lengua en la que escriben. Mientras que los latinos (normalmente anteriores al s.
III d. C.) hacen más bien exposiciones dogmáticas de la doctrina (dogma y doctrina vienen de la palabra griega doxa, son lo que “hay que creer”) con muy poca especulación, los griegos han asimilado más los conceptos
metafísicos, sobre todo los platónicos, y hacen más uso de la especulación
filosófica. Estos últimos son posteriores al s. III d. C. Para todos ellos, la
filosofía es propedéutica para el cristianismo. Ahora bien la relación exacta
entre cristianismo y filosofía oscila desde la teoría del latrocinio
(Tertuliano) según la cual el saber filosófico es un robo de las fuentes del
Antiguo Testamento a la teoría de la culminación (Clemente) según la
cual el cristianismo sería la culminación del saber filosófico anterior.
En sus inicios, el cristianismo es, de acuerdo con el
espíritu de la época, una corriente más, sometida al sincretismo y
eclecticismo, tan generalizado en ese momento y relacionado con el hecho de
que la filosofía se entiende como una actividad práctico-religiosa. Sólo
después pasará a ser un cuerpo doctrinal diferenciado. Esta filosofía debe ser
comprendida en paralelo a la filosofía helenística romana.
Como ya hemos dicho, si bien, el cristianismo no
quiere oír hablar, en principio, de filosofía, finalmente llegará a una
simbiosis con ella. La causa hay que buscarla en una necesidad de delimitar el
dogma de todas las posibles herejías y en la cristianización de las clases
cultas de Roma, con lo que se empieza a utilizar la terminología que ya se
poseía, la de la filosofía.
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