Tras la muerte de Aristóteles y ya en el contexto del
helenismo, Epicuro funda el Jardín,
en el año 306 a .C.
El Jardín es un lugar separado de la vida activa, para pasear y meditar. Allí
enseñará su doctrina filosófica a sus compañeros
y amigos. Un síntoma del progresismo
social de esta doctrina es que en el
Jardín son admitidos esclavos y mujeres.
La función de la FÍSICA es la de evitar la
superstición como causa de preocupación. Para los epicúreos la physis sólo consiste en átomos y vacío
(para permitir el movimiento de los átomos). Es pues un materialismo absoluto.
La libertad se explica por el clinamen,
el cambio de dirección caprichoso de algunos átomos. Los dioses también están
hechos de átomos y también el alma, sólo que átomos más sutiles.
La ÉTICA para Epicuro consiste en la búsqueda de la
felicidad. Y la sabiduría es el conocimiento de la ética. El sabio es aquél que
sabe vivir, es decir, que es feliz. La felicidad queda definida en un primer
momento como hedonista ya que afirma
el valor del placer, la satisfacción del deseo. Pero resulta que la búsqueda de
placer se convierte más bien en la evitación del dolor, y esto supone la
no-dependencia de los bienes externos. Es decir, el hedonismo deviene una lucha
por la independencia. Esta independencia se consuma en la ATARAXIA,
tranquilidad de espíritu que proporciona la ausencia de dolor.
Con ello tiene que ver la jerarquía de valores
epicúrea, según la cual la amistad, la
independencia y la reflexión ocupan los lugares más elevados. Nada de ello
se puede comprar con dinero.
Para poder llegar a la ataraxia nos tenemos que liberar de dos cosas: las pasiones (fama, dinero, honores,
poder,…) porque sólo producen preocupaciones y sufrimiento, y de los miedos. Para ello está la filosofía.
Así, con un argumento racional podemos entender que no hay que tener miedo a la
muerte: porque la muerte no es nada
para la sensación. Cuando estamos vivos la muerte no es y cuando la muerte es,
nosotros ya no somos. Tampoco nos debemos preocupar por los dioses, ya que ellos viven felices y
lejos de los humanos (no los necesitan para nada), no los premian ni los
castigan. Por último, tampoco el destino
debe ser causa de preocupación, ya que el destino no existe: las cosas se
producen por necesidad, por azar o por nosotros.
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