martes, 9 de julio de 2013

LA ILUSTRACIÓN ALEMANA: I. KANT (1724-1804)

Nacido en Königsberg (1724-1804). Vive en plena Ilustración. El planteamiento antropológico (en sentido moderno) de su filosofía se resume en el conjunto de su obra. La pregunta con que comienza su filosofía es la siguiente: ¿qué es el hombre? Esta pregunta se puede desglosar en 3 aspectos diferentes, cuya respuesta conforma el conjunto de su obra.
           
1. ¿Qué puedo conocer? Crítica de la Razón Pura (KrV). Hizo dos ediciones (con diferencias notables): 1781 y 1787.

            2. ¿Qué debo hacer? Crítica de la Razón (pura) Práctica (KpV), 1788.

            3. ¿Qué me está permitido esperar? Crítica del Juicio (KU), 1790.


La Crítica de la Razón Pura (TEORÍA DEL CONOCIMIENTO)

Como ya hemos visto, el tema de esta obra es el conocimiento. El tratamiento kantiano de este tema asume la respuesta racionalista pero también la empirista. Kant conoce la filosofía de Hume y también el racionalismo de Leibniz y Wolff. Si el peligro de los últimos es el dogmatismo, el peligro del primero es el escepticismo. La solución que él propone es el “criticismo”, del griego krinein: trazar las fronteras, los límites del conocimiento, para saber el territorio que le corresponde y que lo separa de las meras creencias.

La Crítica de la Razón Pura se divide en Analítica Transcendental y Dialéctica Transcendental. La analítica se divide en Lógica (teoría de los conceptos) y Estética (teoría de la intuición).

La pregunta que proporciona el punto de partida a la investigación es: ¿es posible la metafísica como ciencia? Kant maneja el concepto escolar de Metafísica, es decir la disciplina que habla de Dios, el Alma y el Mundo, y el newtoniano de ciencia. Una ciencia es aquel conocimiento universal y necesario que puede ser demostrado. Los juicios universales y necesarios son, según la tradición a priori, los que derivan de la experiencia son sintéticos. Por eso la pregunta inicial se puede traducir como ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Para entender esta pregunta debemos explicar la clasificación kantiana de los juicios.
                       
De acuerdo con la concepción clásica que viene lejanamente de  Aristóteles, Kant entiende el juicio como cópula, es decir como atribución de un predicado a un sujeto. La importancia del juicio en relación con la crítica del conocimiento radica en que el conocimiento se expresa en juicios. Pues bien, los tipos de juicios, es decir, de atribución de predicado a sujeto, para Kant son los siguientes:

            1. JUICIOS ANALÍTICOS. A veces la atribución consiste simplemente en una especificación o explicitación de algo que ya era implícito en el sujeto, p.e.: “un triángulo tiene tres ángulos”. Estos juicios son universales y necesarios, pero vacíos, ya que no aportan conocimiento, no hay verdadera “síntesis” (unión o lazo) entre sujeto y predicado, porque no dependen de la intuición, sensibilidad o experiencia, por eso son siempre a priori, porque son un simple análisis semántico del sujeto. Equivalen a las “relaciones entre ideas de Hume”, la diferencia es que para Kant estos no son los juicios de la matemática, sino los de la “mera lógica”, y él piensa en la lógica aristotélica. El concepto es entendido aquí como un mero conjunto de notas, y el predicado es una de las notas[i].

            2. JUICIOS SINTÉTICOS. Un juicio no vacío, que verdaderamente aporte conocimiento debe ser un juicio sintético, en el que se produce una síntesis (unión, enlace) entre sujeto y predicado. Esta síntesis sólo puede ser proveída por la intuición o sensibilidad, es decir, por la experiencia. Por eso, “todo el conocimiento comienza con la experiencia”. Sólo la experiencia es fuente de conocimiento. Aquí el concepto es concebido como una regla de construcción. Ahora bien, esta síntesis puede referirse a un enlace concreto (que depende de un material sensible concreto) o universal (que versa sobre las condiciones universales de la sensibilidad). Un enlace concreto sólo puede ser justificado a partir de una experiencia determinada, dando lugar a un JUICIO SINTÉTICO A POSTERIORI. Pero también puede ser el caso de que un enlace de las condiciones universales de unión entre un sujeto o un predicado, es decir, que haga posible la experiencia misma porque da las “condiciones de la experiencia”. En este caso tendremos un JUICIO SINTÉTICO A PRIORI. Este es el caso de las matemáticas (y los principios de la física para Kant). Ejemplo: “los ángulos de un triángulo suman 180º”. Este juicio nunca es resultado de una inducción empírica, ya que es universal y necesario, válido para los triángulos que todavía no existen. Por el contrario, los juicios sintéticos a posteriori son particulares y contingentes, si es posible una cierta generalización es a través de la inducción.

En el conocimiento humano operan dos facultades: la de los conceptos o juicios (Entendimiento) y la de las sensaciones (Sensibilidad). Sólo hay conocimiento en una síntesis de las dos facultades. Justamente ése es el sentido de la síntesis: unificar (en un concepto) la pluralidad de las sensaciones. Las sensaciones sin concepto son ciegas, el concepto sin sensación es vacío. Este es el sentido de concebir el concepto como “regla de construcción”. Bajo la unidad de un concepto se organiza un material sensible: esto significa que el concepto me da una “regla” para construir u organizar lo que percibo.

Otra manera de decirlo es que en el conocimiento, como referencia que es (conocimiento de…), hay un elemento inmediato y uno mediato. La referencia inmediata es la sensibilidad, y la mediata el concepto. Es decir, el concepto sólo es conocimiento a través de la sensibilidad.

Una manera de expresar la diferencia entre la legitimidad y la facticidad, (hecho y validez) aparece en la distinción que hace Kant entre “comenzar con” y “proceder de” la experiencia en un famoso texto de la Crítica. Conocimiento es validez (de acuerdo con el racionalismo), pero es experiencia (de acuerdo con el empirismo). Por lo tanto es experiencia válida.

Así, por ejemplo, la demostración de las propiedades del triángulo (por ejemplo la suma de sus lados) nos permite distinguir hasta qué punto la validez es anterior a la experiencia, ya que una demostración nunca puede ser empírica (pues es universal, válida para cualquier caso).
           
Las sensaciones (siempre en plural) son el conjunto de todo lo que hay en cada momento en nuestra facultad perceptiva. Son las impresiones de Hume. La sensación como tal es el conjunto de formas, olores, colores…sin ningún orden. El concepto (siempre en singular) es la regla de construcción, el orden que le damos al conjunto de sensaciones. Sólo esta estructura fija lo que debo tomar conjuntamente o por separado. El conocimiento es una síntesis de intuición y concepto. Otra manera de decirlo: la referencia del conocimiento puede ser inmediata (sensación) o mediata (concepto). El concepto remite a la sensación a través de una regla.
           
La FORMA es una palabra terminológica tradicional procedente de Aristóteles (materia-forma). Los sinónimos en Kant son: condiciones de la posibilidad, esencia, transcendental, puro…

Si el conocimiento es entendido como experiencia válida, debe haber unas condiciones (de posibilidad) que hacen posible esa validez. Esto es lo que llamamos la forma o esencia del conocimiento. Si el conocimiento es sensación y concepto, su forma será la de la sensación y el concepto.

La forma de la sensación es el espacio y el tiempo: pluralidad pura. Dicho de otra manera: toda sensación, para ser válida, debe estar en el espacio y en el tiempo. El tiempo es la intuición interna y el espacio la intuición externa. La forma del concepto es la unidad pura. Es decir, las cosas “son algo” y esto es lo que concebimos como “entender” Cuando veo una obra de arte que no puedo subsumir bajo ningún concepto es cuando digo que “no la entiendo”. Este es el significado exacto de validez: o es A o es B, pero sólo una de las dos cosas a la vez. Las categorías son las diferentes formas de esta unidad, presentes en todo conocimiento, por eso las categorías constituyen la forma del concepto (o del entendimiento). Si entiendo algo es que sé que es una cosa y no otra. Entender para Kant es tener la capacidad de aplicar conceptos. “Lo entiendo” quiere decir “sé lo que es”.

El conocimiento es la reducción a unidad de la pluralidad. La función de unidad es el reflejo de la apercepción pura (unidad del sujeto de conocimiento, el ego). Así la condición de validez es la imposibilidad de autocontradicción.
                       
La deducción trascendental de las categorías es el apartado de la Crítica de la Razón Pura en que Kant deduce las categorías a partir de la intuición del espacio y el tiempo. Aquí categoría sigue teniendo el sentido que le dio Aristóteles, es decir, el de conceptos que subsumen todos los demás. Explicar el espacio y el tiempo con conceptos es ya usar las categorías. El conocimiento a priori es la forma de la experiencia y esto quiere decir la forma del entendimiento y de la sensibilidad (entendimiento y sensibilidad son las dos caras del conocimiento). Kant extrae las categorías de la forma del juicio. Son una división en cuatro grupos tripartitos de juicios posibles.

El conocimiento queda definido en esencia como la necesidad de una interpretación única de nuestras sensaciones. Esto es la exigencia de objetividad. Pero esta objetividad no es más que el reflejo de la unidad del sujeto, es decir, de la apercepción trascendental. Hay una única interpretación posible del mundo válida, porque el conocimiento tiene que ser (de derecho) conocimiento de un sujeto, y el sujeto es siempre uno.
La razón por la que el pensamiento de Kant es entendido como Idealismo Trascendental es porque forma parte de las condiciones de posiblidad del conocimiento el que éste pueda serlo de un sujeto. No hay una cosa-en-sí con independencia de todo conocimiento. La cosa es siempre la cosa conocida. Hay cosas porque hay conocimiento.

La pregunta que da lugar a la KrV es la legitimidad y posibilidad de los juicios sintéticos a priori. Después de la deducción transcendental de las categorías podemos ver qué son y en qué consisten, perque los juicios de la matemática y los principios de la física son juicios sintéticos a priori. Los juicios sintéticos a priori nos proporcionan conocimiento sobre la experiencia porque representan el esquema de la sensación pura, es decir, de las condiciones de la experiencia.

Por último tenemos que ver la manera de proceder de la ciencia, la manera natural de progresar el conocimiento nos lleva a ciertas ideas límite, las ideas de totalidad (Dios, alma, mundo), las ideas de la Dialéctica. Estas ideas son sólo el resultado final del proceso de subsumir unos conceptos en otros, pero no son ellas mismas conceptos precisamente por ser totales: la totalidad de los objetos (mundo), de las representaciones (alma) o de las causas (Dios), no representan ningún esquema intuitivo (son vacías) y por lo tanto no tienen validez objetiva aunque no pueda evitar tenerlas siempre en consideración. No se puede hacer ninguna ciencia de ellas aunque formen parte de la vida. Estas son Ideas de la Razón, siendo así la Razón algo que excede el Conocimiento. Es decir, la metafísica no es posible como ciencia.

LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PRÁCTICA (ÉTICA)

Al igual que la Razón teórica, Kant divide la Razón práctica en analítica y dialéctica

La Analítica

Kant comienza la KpV, demostrando que ésta es efectivamente posible y que tiene un sentido. Es decir, que la Razón Práctica constituye un modo de discurso autónomo no subordinado a ningún otro, y, en concreto a la Razón Teórica. Por ello se habla de una ética autónoma.

Ello implica demostrar que la voluntad es independiente del conocimiento. Y por aquí empieza Kant. El significado de esta independencia es que el mero conocimiento de un objeto no me obliga en absoluto a quererlo. La Razón teórica sólo me informa de los medios necesarios para conseguir ciertos fines (razón calculadora o instrumental), pero no de cuáles son los fines deseables. El saber que me harán un consejo de guerra si no me presento a hacer la mili, no me obliga a decidir nada. En todo caso me sentiré obligado por mi apego a la vida, cobardía u otras circunstancias psicológicas que forman parte de eso que llamamos voluntad. Sólo por ello son posibles los “héroes”. Observemos que esto, a su vez, constituye una demostración del Faktum  (un hecho que es una validez) de la libertad. Es más, lo que se nos dice que es sólo desde este presupuesto tiene sentido hablar de la voluntad. Si la libertad fuese sólo una apariencia no tendría sentido discurso alguno sobre la voluntad. Encontramos así en seguida que la libertad es la condición de la posibilidad fundamental del discurso práctico.

Otra manera de decir lo mismo es a partir de la definición de libertad que proporciona Kant: es una causalidad empíricamente incondicionada. Esta definición es muy importante porque ya de entrada nos muestra que el mundo natural (para el cual hay el discurso de la ciencia, la Razón teórica) no agota el “todo”. Por ello, podrá mostrar en la KpV cosas tan importantes como que el hombre no pertenece por entero al mundo natural, sino que, en tanto que hace uso de esta libertad, pertenece también a un mundo inteligible (o, en términos estrictos, sobrenatural). Por eso es tan importante el imperativo categórico: porque sólo él nos hace ciudadanos de derecho de ese mundo inteligible. Es decir, la libertad es un noumeno. Sólo si entendemos correctamente el significado de esta libertad que postula Kant, podemos entender todas las implicaciones que ello tendrá en la dialéctica: la inmortalidad del alma, la felicidad del virtuoso y la existencia de Dios. Obviamente, desde un punto de vista “natural” o cognoscitivo negamos estas tres afirmaciones de la dialéctica (o más bien: no las podemos afirmar). Pero no más que el ser de la libertad. Observemos que ya la misma definición de libertad, no tiene sentido desde el punto de vista teórico: es imposible una causalidad no condicionada empíricamente. En el reino de la naturaleza sólo puede haber causalidad empírica. Por ello, admitir la libertad, es admitir lo “sobrenatural” en sentido estricto. Es decir, un mundo inteligible platónico, admitir que el mundo sensible no lo es todo. Por ello, la mera posibilidad de la ley moral, es decir, que mi voluntad se rija por un principio a priori, no empírico, es ya la demostración de la existencia de lo sobrenatural.

Si el discurso práctico versa sobre la voluntad, lo primero que hemos de hacer es determinar de qué manera tiene lugar este discurso. La voluntad tiene lugar a través de la acción. Si en el análisis de la razón teórica, Kant identificó el conocimiento con la experiencia y ello tuvo sus consecuencias –marcar los límites de la validez del discurso a través de la dialéctica- aquí ocurrirá algo análogo con la acción. Lo que con ello está diciendo Kant es que lo que cuenta no son las intenciones o motivos que el sujeto práctico se explica a sí mismo, ya que muy bien podría engañarse o ni siquiera plantearse el fin de sus acciones. No podemos decir que los motivos o intenciones sean irrelevantes, puesto que estamos hablando de voluntad, y, por tanto, de una acción racional. La voluntad se propone fines y sólo por ello la acción es racional. Pero la voluntad no tiene por qué ser transparente para el actor.

Por ello es fundamental puntualizar, como hace Kant, la diferencia entre la legalidad: cumplir la letra de la ley y la moralidad: cumplir el espíritu de la ley. De la moralidad no puede haber otro motor que la ley misma, ya que cualquier otro motor (deseo, provecho, etc) no es más que coacción a la voluntad. Si la máxima es el principio subjetivo de determinación de la voluntad (y en ella pueden entrar todos estos motores de índole egoísta), la ley es el principio objetivo. La máxima está siempre empíricamente determinada por un placer o un dolor, un objeto deseado o aborrecido, siempre es subjetiva y no puede valer como ley. Mientras que la máxima solo ha de valer para mí, la ley ha de valer para todo el mundo. Por eso Kant afirma que la imposición de la ley moral es la humillación del amor propio. Pero precisamente por eso, porque su motor es negativo (es la ley misma), es justamente la prueba de que la voluntad es libre.

Una acción, en tanto que es racional no puede ser un hecho. Que un animal desobedezca nuestras órdenes es sólo un hecho, porque en ello no cabe presuponer fines, intenciones y racionalidad. A los locos, los consideramos como tales porque somos incapaces de interpretar sus actos en términos de voluntad racional. Pero para un ser humano racional hemos de presuponer que su acción es querida (bajo todas las coacciones que se den, que también forman parte de la decisión). Esto implica algo fundamental en Kant y es que la acción racional siempre es universal y como tal ha de ser expresable. Una acción de la voluntad no es otra cosa que una decisión y por ello ha de ser expresable siempre bajo la forma universal: “En las circunstancias A, B, C,...etc, hacer X”. Esto es lo que se llama una máxima. Puede ocurrir de hecho que yo haga cosas diferentes en las mismas circunstancias, porque los seres humanos siempre podemos cambiar de “máxima”, o, en términos menos filosóficos, de “forma de pensar”, incluso si no somos conscientes de ello. Pero en tanto que realmente quiero algo (X), lo quiero porque considero que en las circunstancias expresadas es “lo mejor”. Y este lo “mejor” sólo puede ser formulado en términos universales. Incluso si decimos “lo mejor para mí” debe entenderse “o para cualquier otro en mis circunstancias” y no, “para mí simplemente porque soy yo”.

Si la forma de universalidad (que no la universalidad efectiva) es lo que tiene lugar en toda decisión (clave racional de la acción), será esta forma lo que constituya lo a priori de la decisión, es decir, la decisión pura. Se puede querer lo que sea (postulado de libertad) pero sólo bajo la forma de universalidad. Esta forma será lo que constituya el imperativo categórico. Así, este imperativo, puede ser formulado de muchas maneras diferentes, y todas expresan el mismo fondo. Por ejemplo: (1)“Sé libre”, (2)“actúa de tal manera que la máxima de tus acciones pueda ser formulada en términos universales” o (3)“actúa de tal manera que cada persona (o la humanidad) sea un fin en sí mismo y nunca un medio”.

Si la formulación (2) es la más clara, nos dedicaremos a explicar la (1) y la (3) de manera que aparezcan como sinónimas. Pero seguramente es previo mostrar si es posible que haya acciones que no puedan ser formuladas en estos términos universales. Efectivamente esto le ocurre a todas las acciones que presuponen el imperativo categórico para incumplirlo y que, por tanto, contienen un elemento de engaño. El ejemplo típico sería el de mentir o engañar. Para que la mentira sea posible ha de ocurrir que el interlocutor crea que le digo la verdad (si no, no lo engañaré) puesto que decir la verdad es la norma. Por ello, mentir no puede ser formulado en términos universales. La supuesta máxima: “en las condiciones A, B, C,...mentir” haría que en esas condiciones nadie creyese a nadie y, por tanto, no habría comunicación posible ni posibilidad alguna de mentir.

La Dialéctica

De la misma manera que hace Kant respecto a la KrV, es necesario hablar de los límites de la validez del discurso práctico. Y esto es referirse a la dialéctica de la KpV.

La cuestión del objeto total (metafísica) referida al discurso práctico sería algo así como la posibilidad de algún objeto total de la voluntad. Es decir, algún objeto que sólo por el hecho de ser conocido debiera ser necesariamente querido. Este será precisamente el límite entre las éticas autónomas y las éticas heterónomas.

Para Kant es fundamental el hecho de que ningún contenido es por sí mismo un bien, sino que la voluntad determina lo que es para ella un bien. Esto es el mismo concepto de libertad. Por ello, la determinación necesaria de la voluntad no puede ser ningún fin. La voluntad establece sus propios fines y por lo tanto es independiente de ellos. Pero, ¿podría ocurrir que determinados fines estuvieran necesariamente ligados al imperativo categórico y por eso fueran “fines de la voluntad”? Dicho de otra manera, ¿habría algún fin tal que pudiéramos decir que “toda voluntad determinada por el imperativo categórico ha de quererlo necesariamente?

Esta pregunta se puede responder a través del rodeo de la dialéctica. Una decisión es subsumible (igual que las proposiciones cognoscitivas) bajo otra decisión más amplia. Una máxima puede ser subsumida bajo otra máxima. Este es un proceso totalmente análogo al silogístico de la razón cognoscitiva. Aquí también podemos llegar a la idea de un incondicionado u objeto total (de la voluntad en este caso). Esta sería la idea de un Bien (universal) Supremo. Por ello, la virtud es el actuar propiamente por el deber.

El objetivo global de una voluntad determinada por el imperativo categórico sería: que al bueno le salgan las cosas bien, o sea que el Santo (o virtuoso) sea Feliz. Esta es sólo una apariencia necesaria. ¿Qué tendría que ocurrir para que esto se diese? Los postulados de la razón pura práctica, o sea los postulados de la religión: Dios, la inmortalidad, la libertad real,...Estos postulados son los necesarios para que fuera pensable la felicidad del Santo.






[i]  Esta manera de proceder es lo que Kant llama “mera lógica”, y es algo siempre secundario en Kant. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la lógica tiene que ver con la “subsunción” de unos conceptos en otros, y lo que Kant entiende por Razón no es otra cosa que a facultad de subsumir. Esto es el uso del silogismo. Por eso, la Razón Práctica consiste en subsumir una acción bajo una regla: esto es la prudencia. Es decir, la prudencia no es otra cosa que el uso del silogismo práctico.

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